Gran Trail Peñalara 2015: Ultras, carreras diferentes.

Otra ultra: 16 horas y 26 minutos para conseguir completar 115 kilómetros con 5.500 metros de desnivel positivo. 



Mucho tiempo para pensar, multitud de sensaciones, variedad de sentimientos y un gran número de situaciones que debes resolver. Igual estas arriba, pletórico, sin dejar de correr ni cuando más empina, o te hundes en tu sufrimiento, sin poder dar un paso y con muchas ganas de abandonar. Puedes llegar a sentir que desfalleces hasta perder toda ilusión por la carrera, y al rato notar como tu cuerpo se sobrepone y comienza a funcionar como si acabaras de empezar a correr. Son pruebas diferentes, son ultras.


Sobre el Km. 5: Esto acaba de empezar. Noche oscura, frontales encendidos. 


La ancha pista del principio deja paso a un sendero más empinado que nos llevará a la primera cota (La Maliciosa 2.227 m.). Parece que el cuerpo ya se ha relajado después del estrés generado en la larga espera de la salida. Delante de mi los participantes optan por dejar de correr y se forma una larga fila de “corredores” andando. Mi cuerpo no quiere parar, voy adelantando, sigo corriendo siempre que me lo permite el terreno. Mi cabeza me dice que voy demasiado fuerte, mis piernas que todo va bien. 

Sobre el Km. 13: Lenta bajada con luz escasa.

Parada obligada para intentar eliminar presión en la barriga. Vamos todos muy juntos y pierdo los puestos duramente ganados.

La perfecta subida a La Maliciosa se torció en la bajada al comprobar que la luz del frontal era insuficiente. Bajo muy despacio pues casi no veo. A este contratiempo se une un repentino dolor de estómago que hace que me vea donde estoy, aquí en la oscuridad agachado, soltando lastre y viendo pasar a la gente.

Me incorporo a la carrera justo cuando pasa Francisco Mendoza, hoy compañero de selección. Tras él, y ayudado por su frontal, consigo llegar al primer avituallamiento donde reposto y cambio las pilas.

Parte de la Selección Murciana

Sobre el Km. 25: Intentando recuperar sensaciones.

Nos juntamos un gran grupo antes de llegar al segundo avituallamiento (H. de San Blas) Llego por detrás escoltando a Gemma Arena (primera chica) con la que he pasado tranquilamente la parte de la Pedriza. No vengo recuperado de mis dolores de barriga y se me acentúan al comer. Me voy hacia delante esperando que cesen, pero otra vez tengo que parar. El grupo se adelanta y me quedo solo. La pista es ancha, las luces que me preceden cada vez están más lejos. Empiezo a pasarlo mal. El dolor empieza a contagiar a las piernas que ya no van tan bien.

Gemma Arena de la Selección Andaluza

Sobre el Km. 54: Al amanecer, otra carrera.

Llego cansado a Rascafría (3º avituallamiento). El amanecer me sorprendió sufriendo en la bajada desde el Puerto de Morcuera (1.777m.) . El dolor se ha transformado en unos pinchazos abdominales que me impiden descender con soltura. Esta bajada ha sido corta. Espero recuperarme antes de las duras.

Ya en el avituallamiento cambio el frontal por la gorra, las gafas y algo de crema protectora. El Sol se levanta chillando con fuerza y toda precaución será poca. Cada vez me cuesta más comenzar a correr, pero la compañía de Francisco Mendoza, me sirve de acicate. Empezamos por un bonito sendero que pronto se transforma en una amplia pista que terminara en el puerto del Reventón (1.950 m.) 

Francisco Mendoza.

Hacia arriba casi no noto los pinchazos, pero a esta altura de la carrera ese es solo uno de mis males. Francisco se va. Al verme solo, aprovecho para volver a parar en la cuneta (y ya van tres) De estomago solo voy regular.

Sendero hacia el Reventón

Sobre el Km. 70: Pico Peñalara.

La gran sorpresa del recorrido. El recuperador páramo de alta montaña se trasforma de pronto en la ascensión, corta pero intensa, al Peñalara (2.428 m.). Un gran caos de bolos, por donde moverse como equilibrista, termina por escurrir las pocas fuerzas que me quedan. Lo único que consigue que pueda completar el recorrido, tanto de ida como de vuelta, son los ánimos de los compañeros con los que me cruzo y el espectacular empeño de los voluntarios ¡Muchas gracias!

Caos de Bolos
Pero si cuando subo me siento cansado, cuando bajo voy dolorido. Y ahora toca una de las grandes, casi 10 kilómetros de bajada hasta la Granja (5º avituallamiento). Voy lento.

Sobre el Km. 90: La recuperación milagrosa.

Si insistes el cuerpo se recupera. Y aquí me encuentro, sorteando senderistas por un apacible camino pegado al río Eresma. El calor aprieta, y la razón me aconseja que pare y disfrute de las frías aguas que me rodean. 


Hace nada no podía moverme y me costaba trabajo hasta andar. El mejor avituallamiento de la carrera estuvo apunto de secuestrar mis ganas de seguir corriendo ¡Que poco me hubiese faltado para retirarme! Solo que alguien me lo hubiese propuesto. 

Esperando una buena proposición en La Granja que nunca llegó

Pero tras casi 10 minutos disfrutando de la amabilidad de los voluntarios y sin encontrar esa proposición indecente, me decido a seguir la carrera. Arrastrándome como puedo, poco a poco consigo andar y, casi milagrosamente, otra vez a correr. Si insistes en cuerpo se recupera. 

Sobre Km. 98: Cuando ya no quedan fuerzas, solo las ganas de terminar hacen que puedas moverte.

Que lentos pasan los kilómetros cuando ya solo se puede andar. La pronunciada cuesta asfaltada hacia La Fuente de la Reina, tampoco me da opciones a mucho más y creo que voy a buen ritmo. Subo cabreado, pues al salir con fuerza de la Casa de la Pesca (6º avituallamiento), agacho la cabeza y me paso un cruce. Tardo tiempo en darme cuenta y a esta altura no estoy para muchos excesos.

Fuente de la Reina

Las buenas sensaciones se disipan de camino a Fuente Fría, donde aunque empina menos, yo ya no puedo correr. Cualquier repecho es una gran pared para mi. Aunque me refresco a conciencia con las heladas aguas, sospecho que la travesía hasta al Puerto de Navacerrada (1.780 m.) será igual de duro. Solo queda el consuelo de saber completado casi todo el desnivel.

En el Puerto de Navacerrada

Sobre el Km. 107: Un poquito hacia abajo y todo hecho.

Afronto la última bajada con la ilusión de acabar. Menos de 10 km de descenso donde volver a poner a prueba mis piernas. Los problemas estomacales del principio de la carrera se trasformaron hace mucho en un intenso dolor que me va acompañando en todas las bajadas. Al contraer los abdominales, los pinchazos se agudizan, sumándose a todos los dolores adquiridos durante los más de 100 kilómetros acumulados. 

El cuerpo no escucha los dolores, sigue hacia delante. Falta poco para completar la hazaña y vuelvo a experimentar una inyección de energía que hace que termine la carrera con un aumento inesperado en mi ritmo. 

Llego a meta contento por acabar pero con la certidumbre de que lo podría haber hecho mejor. 

¡Siempre se puede hacer mejor!

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